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Costos ambientales del video digital


Se estima que Netflix genera unos 24.900 millones de gramos de dióxido de carbono al año, solo contando las visitas a su página web. Es uno de los ejemplos de que las empresas tecnológicas están comenzando a preocuparse por la huella de carbono digital, que aún parece invisible para la ciudadanía pero que crece cada vez que hacemos una videollamada, vemos una serie o descargamos un documento de nuestro correo electrónico.

Los datos globales que aportan algunos estudios apuntan a un gran impacto ambiental: las 47.000 búsquedas de Google cada segundo generan 500 kilogramos de CO2 y el consumo de YouTube de un año, diez millones de toneladas, es similar al de la ciudad escocesa de Glasgow.


“No hay que buscar un único culpable; el volumen de datos que se maneja en la sociedad actual es inmenso”, admiten los investigadores del centro Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Xavier Vilajosana y Borja Martínez. Primero fue el comercio digital y, ahora, el «boom de las plataformas de streaming», enumeran. Además, advierten de que este consumo de energía a través de la tecnología seguirá creciendo: “la digitalización irá abarcando todos los sectores de la sociedad”.


Los datos avalan que cada vez nos enganchamos más a las pantallas para trabajo y ocio, y no somos conscientes de que también contaminamos, como cuando conducimos un turismo o generamos basura. «Es necesario que la toma de conciencia que poco a poco hemos ido incorporando al lado más físico de nuestra huella ambiental se traslade también a un consumo responsable de plataformas», defiende la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC Elena Neira.


La construcción y el mantenimiento de los «enormes» centros de datos donde se procesan todas nuestras transacciones digitales son las razones de este gasto de energía “muy elevado”. “A escala global se estima que consumen la misma electricidad que un país de tamaño medio como España”, afirman los investigadores, citando un estudio al respecto. Desde el punto de vista individual, rechazan que se pueda hacer un cálculo exacto, ya que estos centros «dan servicio a incontables aplicaciones simultáneamente», pero los expertos sí que pueden estimar que la visualización de contenidos multimedia, por generar “gran cantidad” de datos, es lo que más impacto energético tiene.


Y, una vez más, depende de qué tipo de acción realicemos: una videollamada de Zoom, por ejemplo, comprime al máximo la información para optimizar la fluidez de las conversaciones, mientras que una película en HBO multiplica el volumen de datos para que la disfrutemos en alta definición. “En la práctica, ver el contenido en streaming o descargarlo no tiene mucha importancia, lo que importa es el tipo de contenido”, argumentan.


Dentro de estas mismas aplicaciones hay decisiones que también influyen en la huella digital, como, en una videollamada, no activar la cámara para reducir el impacto en un 61% o escuchar música sin reproducir los vídeos, es decir, utilizar Spotify en vez de YouTube si no nos interesa la imagen. En cuanto a los informes que comparan las distintas redes sociales o plataformas, estos concluyen que TikTok es la que más contaminación genera al basarse exclusivamente en ver vIdeos y subirlos.


Apagar los dispositivos como apagamos la luz

Los aparatos también contribuyen a nuestra huella, ya que son más o menos eficientes energéticamente, pero, advierten los investigadores, también el número de horas que están encendidos. Así, ponen como ejemplo que un móvil consume menos que un televisor de grandes dimensiones, pero apostillan que el teléfono puede estar encendido las 24 horas del día y el televisor, no.


“Como nos enseñaron nuestros padres con las luces de la casa, apagar los dispositivos cuando no se usan debería ser una práctica habitual”, proponen Vilajosana y Martínez. Al igual que en este caso, consideran que la pedagogía debe ser fundamental para ser conscientes del daño al planeta y «sembrar en el futuro», aunque también apuestan por la responsabilidad compartida con las empresas tecnológicas. Y es que ambos realizaron, junto con Cristina Cano, un estudio sobre el uso del Campus Virtual de la UOC y concluyeron que se podrían mejorar los «hábitos de navegación», por ejemplo, sobre la desconexión de la misma cuando no se va a utilizar durante un rato largo.


“Un 40 % de los usuarios han mostrado interés en la información que se les mostró sobre el consumo energético asociado a la navegación en la plataforma, pero no hemos conseguido que ese interés se materialice en acciones concretas”, señalan los investigadores, que remarcan que los datos del informe, en el que participaron 100.000 usuarios, aún están pendientes de publicación. Ante la falta de actuación por parte de los internautas, estos expertos sugieren que sea la propia plataforma la que los desconecte: “Es como si la infraestructura de distribución de agua fuera capaz de detectar que no necesitas tener el grifo abierto y lo cerrará por ti”.


Además de apagar los dispositivos, hay otra recomendación para disminuir nuestra contaminación invisible, que pasa por «racionalizar» el consumo de contenidos en línea. Pero, tras el confinamiento, no parece que la ciudadanía vaya a abandonar las plataformas digitales para ver series o contenido en streaming. «La oferta cada vez es más abundante y la ficción está consolidando su reinado», asegura la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación, que opina que este tipo de ocio se ha convertido en el «momento de evasión tras el trabajo que antes ocupaba la televisión». Un estudio cifra en un 70 % el incremento del vídeo bajo demanda en América Latina durante 2020, en coincidencia con la pandemia de coronavirus. Y las proyecciones lo mantienen en alza en los siguientes años.


Los investigadores de la UOC marcan como «necesarias» aplicaciones como la consulta de la cuenta bancaria personal y otras como «normales», como disfrutar de una película o una serie, pero creen que pasan a ser tóxicas prácticas como el llamado binge-watching, que supone pasar varias horas viendo este tipo de contenidos en línea. Sobre las plataformas que visitamos para trabajar y estudiar o durante el tiempo de ocio, recomiendan desconectarse cuando no se usan y descargar el contenido al dispositivo si se va a consultar más de una vez, como el material didáctico de un curso.

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